El 9 de octubre, en la Sala Tragaluz del Teatro Buero Vallejo, tuvo lugar la conferencia titulada "Buero Vallejo: dibujante y pintor". Fue impartida por el historiador D. Pedro Pradillo y Esteban, doctor en Historia por la Universidad de Alcalá de Henares. Desde 2005 es Técnico de Patrimonio del Patronato Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Guadalajara. Su actividad profesional como historiador-investigador, se ha desarrollado y manifestado a través de diversos trabajos de documentación y divulgación sobre el patrimonio arquitectónico, artístico y etnográfico de Gaudalajara. Cuenta en su haber con más de cincuenta trabajos publicados en revistas especializados y en libros de Actas y Congresos de Historia y Arte, además de una docena de libros.
El 29 de septiembre
de 1916 nacía en Guadalajara Antonio Buero Vallejo. Su padre, profesor de la
Academia de Ingenieros, había preparado convenientemente el domicilio familiar
para formar a sus hijos: una amplia biblioteca nutrida de publicaciones literarias
y teatrales, tratados técnicos de ingeniería, monografías de los grandes
maestros de la pintura y porfolios de museos.
Así, aquel niño
dotado de un gran talento contaría con lápices de colores y todo tipo de
papeles para fomentar su imaginación, y expresar aquello que rondara por su
cabeza: “Desde siempre tuve pasión por el
dibujo. Yo me veo dibujando a los cuatro años. Me veo de muy, muy niño
dibujando, monigotes sólo, pero dibujando siempre.”, declararía muchos años después. Resultado
de esa ferviente actividad fueron los Cuadernos
de dibujos que agrupan varios centenares de viñetas e ilustraciones
reunidas pacientemente por don Francisco Buero entre 1923 y 1931. En esas láminas se descubren las vivencias, las ilusiones y
las aficiones de un niño que quería ser pintor.
En 1934
iniciaría sus estudios de la madrileña Academia de Bellas Artes de San
Fernando. Dejar atrás Guadalajara significaba la apertura de una etapa en la
que las artes plásticas serán la principal preocupación y ocupación, en la que
el lenguaje gráfico se convertirá en el vehículo de expresión de sus ideas y
sentimientos, en la materialización de una pasión. Esa trayectoria quedaría
truncada por la Guerra Civil y por los años de presidio a que fue condenado.
Durante este período se ocupó en ilustrar revistas asociadas a unidades
militares sanitarias, y, privado de libertad, en realizar retratos de sus
compañeros de pena.
Pero la agonía de
la incertidumbre y el sometimiento de la voluntad le movieron a concentrarse en
la escritura, en la creación de obras dramáticas: En la ardiente oscuridad, o Historia de una escalera. El premio Lope de Vega y el éxito obtenido por
esta última en 1949 serían los argumentos para que Buero permutara definitivamente
los pinceles por la pluma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario